Antonio Paniagua
El sombrerero y pintor, Antonio Paniagua, a sus 71 años, continúa siendo uno de los artistas y genios más prolíferos de Rociana. Ha sabido navegar en multitud de facetas artesanales y creativas de una forma magistral, siendo capaz de vivir holgadamente de cualquiera de ellas. No obstante, siempre prefirió seguir los dictámenes de su genio y no abandonar ninguna de las disciplinas que ama; como la pintura, la restauración o su taller de sombrerería.
Sin embargo y a pesar de las catalogaciones que podrían definirle, la de artesano le “agrada” y le caracteriza, dado que siempre ha sentido especial predilección por trabajar y dar vida con sus manos. A pesar de que el oficio de sombrerero lo heredó de su progenitor, “quien siempre quiso que se dedicara a este mundo y dejara de la lado la pintura”, en su foro interno siempre soñaba con mezclar colores y plasmar en lienzo sus creaciones. En aquellos tiempos la disciplina de pintor no estaba bien remunerada y se consideraba una profesión de bohemios, sin un futuro tan estable como el de sombrerero, que contaba con una demanda fiel y unas grandes expectativas de negocio.
Ante la constante insistencia de su padre, decidió seguir sus designios y emigró a Madrid para aprender la profesión y, tras un periodo de instrucción y otro de aprendizaje, volvió a Rociana para proseguir la labor de su padre.
Aún en estas fechas, el trabajo de sombrerero continúa siendo rentable, según afirma, si bien es necesaria una concienzuda dedicación y adquirir unos bastos conocimientos que tan sólo se logran al cabo de muchos años de experiencia. Un alto precio que poca gente esté dispuesta ha abonar. Hoy por hoy Antonio reconoce que “me llegan una avalancha de clientes” para la limpieza de sombreros cordobeses “y me veo obligado a descartar trabajos”, por no poder hacer frente a toda la demanda que se concentra en los meses de Marzo y Abril. Fechas en los que las romerías se avecinan y los encargos se acrecientan, porque todos quieren lucir ese complemente indispensable de toda romería que se precie.
Paniagua no oculta su profundo pesar porque la juventud no quiera seguir sus pasos y prefiera decantarse por otras actividades con mejor reconocimiento y estatus social. Según nos narra, “Diputación de Huelva se puso en contacto conmigo en varias ocasiones” para tantear la posibilidad de trasmitir sus conocimientos y que determinados oficios en peligro de extinción no perecieran una vez se jubilaran sus últimos creadores. En este sentido, jamás se llegaron a materializar estas nobles intenciones del organismo provincial, dado que, “según me aseguraron, no había jóvenes dispuestos a aprender este oficio” y tomar el necesario relevo generacional. Ante esta realidad, este rocianero considera que el oficio de artesano está “en vías de extinción” y condenado a ser tan sólo material de estudio añejo.
Entre tanto, el continúa su labor creando sombreros, casi exclusivamente de estilo cordobés. Su labor es parecida a la de un sastre, primero toma las medidas de la cabeza. Posteriormente determina junto con el cliente la calidad de los materiales y la piel y, una vez definido el tipo de sombrero que se desea, se toma el cuerpo del mismo y se comienza a imprimirle forma, modelándolo mediante planchados de vapor. Tras esta primera toma de contacto se deja secar y se realiza un paréntesis, para volver a repetir el proceso en varias ocasiones más hasta que el alma del sombrero tome forma y consistencia. Seguidamente, Paniagua lo forrar con la maestría de alguien que podría hacerlo a ciegas y finalmente es cosido de manera artesanal.
-Las cúpulas más importantes de Rociana llevan su firma.
A parte de su genio como artesano, Antonio Paniagua ha dejado su firma en forma de frescos en tres de los emblemas arquitectónicos más importantes que posee el municipio condal. En su currículo figuran trabajos del calibre de los frescos del sagrario de la Parroquia de San Bartolomé y los realizados en la Ermita de San Sebastián. Toda una serie de obras de arte expuestas los 365 días del año. Sobre lienzo también ha dado vida a numerosos trabajos, casi siempre mediante encargos que le han llegado desde todos los puntos de la geografía española y también fuera de nuestras fronteras, principalmente Alemania. A pesar de su destreza y su contrastado nivel como pintor de frescos, Paniagua ha descartado numerosos encargos de esta índole dado que sufre de vértigo y tan sólo aceptaba pintar cúpulas que no estuvieran a gran altura.
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