Manuel José López Díaz

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Manuel José López Díaz (n. Sevilla, 9 de octubre de 1952 - Sevilla, 1 de marzo de 1996), pintor.

Biografía

Hasta los 10 años reside en Alájar, y, en 1962 se traslada a Aracena para realizar, interno, sus estudios primarios, hecho que configura su marcado carácter independiente y solitario.

Posteriormente realiza estudios de bachillerato en el Instituto Superior San Blas de la misma ciudad, y en 1974 es becado para realizar estudios de Bellas Artes en la Universidad de Santa Isabel de Hungría, en Sevilla

Período sevillano

Si bien reside en Sevilla, período en que conoce a Matilde, quien lo ayuda a remontar difíciles pruebas, Manuel no se desvincula por completo de la Sierra de Aracena.

En 1975 obtiene el 1er. premio en la exposición organizada por el Ayuntamiento de Aracena, anticipo de su "investigación criptográfica" (esencialmente, lo más característico de su obra en la definición de su propio estilo innovador) que bien merece una valoración profunda y estudio concienzudo de su producción.

Vuelta a las raíces de la tierra de origen. Retiros a la Ermita de San Bartolomé

Tras la muerte de su padre, Manuel regresa completamente solo a sus montañas, para ubicarse, casi definitivamente, en su tierra de origen: Alájar.

De esta época son sus continuos retiros a “San Bartolomé”, ermita que sirvió a la población de Orullos (s. XV), hoy desaparecida, y que fue construida de nuevo en el siglo XIX. Allí pasa Manuel retiros prolongados, aislado del mundanal ruido, junto a la encina milenaria, testigo de sus soledades hondas, en una producción pictórica oscura y desgarrada… Búsqueda insondable del Alma del artista, más allá de los secretos de la vida y de la muerte.

Retiro a la Peña de Arias Montano

A partir de 1990 y tras un paréntesis de lucha a brazo partido, Manuel se retira a la Peña de Arias Montano, junto a la ermita de la Reina de los Ángeles. Período fecundo en el que conoce a Consuelo, quien proyecta el impulso artístico de su obra hasta la hora de su muerte…

En 1993, 1994 y 1995, su obra es valorada y seleccionada en los certámenes I; II; y III Nacionales de Pintura “Ciudad de Dos Hermanas”, participando, además, en sus tres exposiciones colectivas. En 1992 y1994 realiza exposiciones individuales organizadas por el Ayuntamiento de Alájar.

En 1993 realiza una exposición individual “criptográfica” en Aracena. En 1995 realiza exposiciones organizadas por el Ayuntamiento de Fuenteheridos –individual y colectiva-. Participa, además, en exposiciones colectivas en 1993, 1994, 1995 y 1996 en “I; II; III y IV Encuentros de Artistas de la Sierra de Aracena”.

Período Criptográfico

Instalado en la Peña de Arias Montano desde 1990, durante los dos primeros, Manuel intensifica su producción no figurativa. Con una composición mixta, mezcla de ácidos nítricos y pigmentos elaborados como fruto de su investigación, Manuel logra, a través de esa técnica, innovadora, a la que bautiza con el nombre de ”criptografías”, vaciarse desde dentro, desde lo más hondo de su ser, en cada obra. “En sus criptografías hay un grito silencioso, oculto, desafiante, que reta al destino cuando éste abre sus fauces y nos devora la esperanza. Ellas nos revelan el sentido de las sombras, más fuertes cuanto más grande es la luz” (C. Rojas).

Período Paisajístico Alajareño

Desde la ventana de su estudio, su mirada escudriñadora, otea el paisaje alajareño: sus calles, sus plazas, sus azoteas. Más allá de las bellas lejanías, las sierras del Caracol y la Solana, le devuelven la visión adiestrada hacia las mágicas cercanías de su Peña del Alma: la ermita de la Reina de los Ángeles, el Arco de la Peña, la Fontana… Paisajes “pacificadores” que reconcilian el Alma del artista con la vida…Soberbios amaneceres y puestas de sol que Manuel reproduce al óleo sobre la Espadaña, mientras aguarda la campanada esperada… “Un reloj en la distancia nos observa. La campanada soñada aguarda oteando el inmenso horizonte, con sus torres y campanas. Revuelo de golondrinas. Goznes inesperados. Pregunto al viento. ¡No nos ha llegado! Pero el lucero miguero que sobre los altos pinos asoma, mima mis peticiones enamoradas con un ¡Pronto, Manuel! `Muy pronto! Y se repite cada noche desde mi altiva ventana que es la tuya”(Manuel López)

Período Acuarelístico de las aldeas perdidas.

Tras la muerte de su madre (1993), el pintor refleja la soledad de la vida a través de la técnica de la acuarela, realizada con dedicación microscópica… Allí concreta sus paisajes preferidos: la aldea de Los Madroñeros, visualizada desde sus altas colinas de fuego y alturas no visibles ni existentes para el caminante, sí para el artista. Manuel contempla a ras del suelo, las pizarras grises y desnudas sobre las que moran los fantasmas de sus viejas y, atrás el tiempo, habitadas casas, en contraste feroz con otra dimensión. La iglesia de la Trinidad, en el Calabacino, que invita a la contemplación y descanso en suaves remansos de paz… El Cabezuelo, cada rincón o perfil de sus calles y caminos solitarios… “En Manuel López Díaz, el pulso de lo cotidiano transpira caminos de serenidad incontenibles. En sus acuarelas del Alma, cada paisaje es reconocido, transitado, aprehendido, vivido en la soledad más honda de su Ser” C: Rojas)

Muere el 1 de marzo de 1996, a las 2h30 del día, tras un año de lucha contra la degeneración celular: cáncer, en la ciudad de Sevilla. A su lado, su hermana Evelia y Consuelo, quienes compartieron los mejores y peores momentos de sus últimos años.

La hora del despertar está por venir, Y llegará. Aún no han muerto los gallos del alba… seguiré velando tus sueños. Alejando de ti el hierro con que constantemente te hieren. Endulzando el aire que respiras, dentro del anillo azul que te protege y que yo guardo con celo. De mi invisible mano, subiremos a otras “Peñas” y bajaremos a otros “Calabacinos”, donde yo vea la paz y la alegría escritas en tus ojos, en tus labios, en tu Alma… Y entraremos por el sendero escondido, el que buscamos. Seremos imán de las “rosas blancas” de todas las culturas… Lanzaremos el anzuelo certero al océano proceloso y cobraremos las piezas que son agradables a la Divina Madre. Y perfectamente encajadas, ofrecerlas a la S. Trinidad. Si es designio de Dios nuestra unión, hágase su voluntad, iluminando nuestros caminos y llegar a la meta por Él designada.

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