La Nevada del 2006

De Huelvapedia
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El 29 de enero de 2006 los ciudadanos de Rociana asistían a un acontecimiento único que tan sólo recuerdan los más mayores: la nieve hacía acto de presencia durante media hora para deleite de pequeños, jóvenes y adultos.

Por desgracia, éste suceso meteorológico se esfumó en un suspiro de levedad, de forma que la nieve no llegó a cuajar en el suelo. A pesar de todo, a la mañana siguiente los comentarios no dejaban de girar en este sentido. No obstante, en un tiempo no muy lejano, había gente que desconocía por completo la existencia de ese fenómeno llamado Nieve… Conocía a sus hermanos lluvia, relámpago y tormenta, pero no habían oído ni tan siquiera hablar de ese fenómeno meteorológico que se alumbra cuando las temperaturas caen a plomo y la humedad reina en el ambiente.

Esta historia, que parece comenzar como un cuento de Navidad, es la realidad que vivieron los ciudadanos de Rociana una noche de 1945, fecha en la que la nieve quiso visitar un pueblo para el cual ella era, aun, una descocida. En estas fechas en las que las temperaturas a penas se dejan ver en el termómetro, las personas mayores se preguntan si cabría la posibilidad de que ese hermoso polvo blanco volviera a visitar de nuevo sus vidas. Las personas que tuvieron la suerte de vivir aquellos años pudieron deleitarse de cómo del cielo caían copos que pintaban de blanco sus techos y patios. Hoy en día ese recuerdo evoca los momentos vividos en el año 1945, instantes que se repetirían en 1954. Épocas a las que hay que remontarse para recordar este fenómeno que vistió una localidad con un traje de gala que no se ha vuelto a poner.

Según nos relata la rocianera Maria Dolores Sagasta, en Enero de 1945 cuando el sol ya había cerrado sus ojos, Francisco, un hermano suyo, regresaba de la calle con “cosas raras sobre el pelo y el chaleco”. Sus padres y ella misma se extrañaron “de aquel polvo blanco” que se acercaron a retirarle bajo la sorpresa de una súbita humedad que se trasladaba a sus manos. Al ser preguntado, el joven aseguró que era algo extraño ya que desde el cielo estaban cayendo “cosas blancas”. Todos salieron a la calle, con el respeto que se le tiene a lo desconocido, para contemplar como el cielo se inundaba de una sustancia blanquecina, que más tarde conocerían se llamaba Nieve.

Durante los días que duró la nevada, el pueblo paralizó su actividad agrícola y ganadera, el ritmo de vida de aquella época permitía estas mini vacaciones y todo el mundo, tanto grandes como mayores, se afanaban en disfrutar el mayor tiempo posible de la Nieve. A sus 83 años; Sagasta nos relata con cristalina precisión como los niños poblaban las calles durante toda la tarde “para construir muñecos y jugar a lanzarse bolas nieve”. Según puntualiza, el frío de aquel entonces apenas se dejaba notar. Era tal la ilusión de ver por vez primera ese polvo blanco, que la retina de esta mujer no logra recordar las noches de bajas temperaturas y frío que sin lugar a dudas azotaron a la localidad. En contraprestación al castigo del termómetro, todo un pueblo pudo vanagloriarse de contemplar un paisaje de inusitada belleza, donde el blanco teñía calles, plazas y campos, componiendo una estampa que no volvería a repetirse hasta 1954.

En esta fecha el cielo trajo un nuevo regalo a los ciudadanos en forma de nieve. En esta segunda nevada, Sagasta recuerda que los más pequeños “ya habían escuchado” ávidos las historias y los relatos que hablaban de los juegos que podían desarrollarse sobre el tapete blanco que brindaba la nevada. Pero hasta ese día, no habían podido corroborar con sus propios ojos como el frío y la lluvia se abrazaban, engendrando aquel tesoro blanco del que les habían hablado sus padres. El fenómeno meteorológico de aquel año fue tal que la nieve tardo seis días en desaparecer de las calles, ya que las temperaturas que se registraron en los días posteriores a su nacimiento permitieron que la nieve se conservara perfectamente.

De esta manera, la estampa rocianera volvió a repetirse, los más mayores pudieron ver la ilusión que emanaban en los rostros de los pequeños por primera vez este ‘fenómeno’ de la naturaleza. Por su parte, las personas de mayor poder adquisitivo que disponían de cámara fotográfica no dudaron en inmortalizar estos momentos históricos que no han vuelto a repetirse en la localidad.

Cuando la narración toca su cúspide, del rostro de esta anciana brota un brillo especial que deja constancia de aquella frase que dicen que los ojos hablan más que la voz. De ellos se interpreta, sin dificultad, pasajes de inolvidable belleza. Sagasta nos cuenta como la nevada cambio los hábitos de vida de toda la población, e impidiera que el ganado que se encontraban en el campo pudiera comer, ya que los propietarios no disponían de medios físicos ni de locomoción para llegar hasta los campos donde se encontraban los animales. No obstante, a pesar de las dificultades y problemas que pudieron surgir por una nevada de tal envergadura, la anciana explica que tan sólo unas fracturas de mujeres al resbalarse por las calles fueron las notas negativas de la visita de ‘la dama blanca’.

Quizás por ello, aun muchos mayores miran al cielo con la esperanza de que este premie sus deseos y les permita a sus nietos vivir la inolvidable oportunidad de contemplar un fenómeno de la naturaleza cargado de lírica y que la literatura popular siempre nos narraba vestida de buenos presagios.


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