Historia de El Campillo

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Historia de El Campillo

Hace más de 5.000 años que el hombre reside en las tierras de El Campillo. La cultura megalítica funeraria ha dejado un conjunto de dólmenes cuyo mejor ejemplo es el dolmen de La Cantina. En la Edad del Bronce, hacia el 2000 a. C., aparecen restos de una cultura más evolucionada, caracterizada por asentamientos estables y por un cambio en sus manifestaciones funerarias, que se refleja en la utilización de nuevos materiales e instrumentos, como en los Cabezos Colorados, en donde se han hallado vestigios de muros y facies.

Del esplendor tartésico, hace tres milenios, se tiene la certeza de yacimientos mineros en la zona y de un intenso comercio mineralúrgico con fenicios y griegos.

Los yacimientos mineros fueron intensamente explotados durante la_ época romana. Del siglo II a. C. existe una importante explotación romana en el paraje conocido como Cabezo de la Cebada. De las investigaciones realizadas se deducen actividades agropecuarias y mineras.

En la etapa de_dominación musulmana aparecen vestigios en el paraje de los Cabezos Colorados y en la necrópolis de la Moraña.

Con la integración de estas tierras al_ dominio cristiano, hacia 1251, por parte de Fernando III el Santo, la historia de El Campillo se funde directamente con la de Zalamea la Real, de la que fue primero asentamiento y luego aldea hasta su cercana segregación en 1931. La primera referencia escrita de El Campillo como asentamiento aparece en las Ordenanzas municipales de Zalamea la Real, en 1534, refiriéndose entonces al «Monte del Campillo» como asentamiento agropecuario. Nace como un conjunto de caseríos dedicados a las actividades agrícolas y ganaderas. También, en las mismas Ordenanzas, se hace mención de la aldea de Traslasierra.

El Campillo comienza a tener relevancia en la historia a partir de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando, por la cercanía con las_ minas de Riotinto, que vuelven a explotarse, comienza a recibir un importante contingente de mineros y otros trabajadores. Durante esos momentos ya se había comenzado la construcción del ferrocarril minero y la explotación a cielo abierto de Corta Atalaya, provocando en este municipio y en toda la comarca minera una radical transformación social y económica a gran escala. Ya en 1930 su población alcanzaba la cifra de 3.791 habitantes. El Campillo comienza a dejar de ser progresivamente agropecuario y convertirse en un núcleo eminentemente minero.

Con la importancia creciente que adquiere El Campillo, pronto aparecerán los primeros movimientos reivindicativos de emancipación de Zalamea la Real. El 15 de abril de 1925, después de varias solicitudes de segregación por parte de los vecinos de El Campillo, el pleno del Ayuntamiento de Zalamea rechaza dicha solicitud alegando carecer de medios de subsistencia (Domínguez y Domínguez, 1994) y por considerar que los peticionarios no son naturales de la aldea.

La Segunda República trae nuevas peticiones de segregación, que se haría efectiva el 22 de agosto de 1931. La figura de don Vigilio Penil Macias fue trascendental para su consecución. Su labor mediadora le llevó a ser nombrado, en ese mismo día, primer edil del segregado municipio, que tomó el curioso nombre de Salvochea, en honor del dirigente y mítico revolucionario gaditano Fermín Salvochea. La toponimia de El Campillo sería repuesta en septiembre de 1936.

Parejo a la emancipación del municipio, fueron también notables las tensiones creadas con Zalamea la Real a cuenta de la delimitación del nuevo término municipal. En este litigio Zalamea saldría perjudicada, al tener que ceder casi 9.000 has. En este territorio se incluía la aldea de Traslasierra, a pesar que sus aldeanos mostraron su intención de seguir perteneciendo a Zalamea la Real.

Las transformaciones acaecidas en El Campillo, que cambia de funcionalidad agrícola a minera, perfilará la estructura urbana. Esta es el resultado de los antiguos caseríos agrícolas, El Campillo «Viejo», con los nuevos barrios mineros,_ El Campillo «Nuevo», que todavía muestran sus diferencias.

El Campillo «Viejo» se sitúa al Noroeste del pueblo y lo componen un pequeño conjunto de calles estrechas dispuestas de forma poco organizada y con edificios sin relevancia.

El Campillo «Nuevo» se sitúa en la zona oriental del núcleo primitivo y tiene su origen en los campamentos mineros que surgieron fruto del auge de la actividad minera. Ocupa la parte alta de un pequeño cerro, organizándose el viario en perfectas retículas. Las viviendas, que datan del primer tercio de este siglo, alineadas y adosadas, muestran un carácter humilde y obrero. Sin duda, la huella inglesa se deja sentir en su urbanización.

Con la crisis estructural del sector minero, El Campillo recupera a marchas forzadas su otrora tradición agrícola. En cuestión de muy pocos años, sus montes bajos y escoriales ven crecer una de las mayores plantaciones frutales de Europa: la Río Tinto Fruit, S. A., que se convierte en una nueva e importante alternativa a la maltrecha y monoespecializada economía minera de El Campillo.

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