Historia:Villanueva de los Castillejos

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La localidad de Villanueva de los Castillejos se sitúa sobre la superficie arrasada conocida como el llano de Castillejos, en la cual es fácil distinguir las pequeñas y medianas formas alomadas de los cerros y colinas que se distribuyen en las cercanías de esta localidad y la vecina población del El Almendro.

Se trata de un espacio de gran singularidad ambiental y ecológica, que presenta la profunda huella del hombre desde tiempos prehistóricos con especial importancia de la ocupación romana, cual se realizó hacia el año 194 a. C. Sin embargo, este territorio ya era conocido durante el tiempo de los celtas beturienses siendo conocido como la Beturia Celtica. Esta Beturia descrita en el texto de Pilino (Naturalis Historia III) y Estrabón (Geografía III), se define como una extensa comarca, situada más allá de la cuenca de Baetis (Guadalquivir), dentro de la cuenca meridional de Anas (Río Guadiana). Se trata por tanto de poblados de la II Edad de Hierro habitados por celtis, de origen indoeuropeo, los cuales eran conocedores de las riquezas minerales de la comarca. Posteriormente durante el siglo I A.c., en tiempos de César, y la pacificación de Lusitania este territorio paso a formar parte de la provincia romana de Ulterior.

Como resultado de la ocupación continuada, los castros celtas, serán reutilizados y transformados en pequeñas casas o fortificaciones o castilluelos, en tiempos romanos, siendo estructuras auxiliares y de apoyo al Castillo principal o Praesidium.

En la época musulmana, el lugar pertenecía a la Cora de Niebla y tras la Reconquista, pasó a formar parte de la casa de los duques de Béjar, segregándose después en el marquesado de Gibraleón. En 1631 por medio de Carta Real, el rey Felipe IV, concede al Lugar de los Castillejos el título de Villa, y con él una serie de privilegios a sus habitantes.

Durante la Guerra con Portugal, primero, y la invasión de las tropas napoleónicas, las cuales tenían el cuartel general de sus tropas en esta localidad, la villa sufriría importantes saqueos y robos, así como el deterioro de las cosechas, motivando una sequía demográfica cada vez mayor.

Terminada la Guerra de la Independencia el municipio volvió a resurgir paulatinamente, dedicándose la población a cuidar sus escasas tierras y a trabajar la dehesa.

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