Santa Cruz de la calle Cabreros

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Esta cruz ocupaba el quinto lugar de antigüedad y como tal procesionaba en ese lugar, entre las cruces de la calle Almonte y Sevilla. Hoy ambas también desaparecidas.

Esta cruz, llegó a contar con gran devoción entre sus vecinos de las calles Cabreros, Hinojos, Socorro y Fuente Nueva, además hasta la aparición de la cruz de Arriba también de las actuales calles Ramón y Cajal y San Antonio, las cuales durante todo el año daban la limosna y la limosna mayor cuando llegaba mayo que era conocida como el guante, para pagar los gastos de la fiesta. Además se vendía para recaudar fondos, levadurina para realizar pan y dulces.

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Según los antiguos la fundación podría haber tenido lugar hacía mediados del siglo XIX.

Esa devoción a la cruz, también se manifestaba en una pequeña cruz que había en una hornacina, en el antiguo edificio de la panadería de la calle Cabreros. Esta cruz, cuando llegaba mayo se vestía con flores, un año se utilizó las hojas de talco de la antigua cruz una vez que esta fue sustituida, además las personas con promesa encendían una candileja que la iluminaba.

Se ha llegado a conocer por oídas entre los mayores, la existencia de un primer madero cubierto con flores de rosas, que fue sustituido por otro ya sí conocido con hojitas en forma de olivo, ambas de talco.

El tercer y último madero conocido, es uno de talla dorada realizado hace unos 60 años por un bonariego conocido como Camuñas. Este hombre tuvo que venir el día del estreno de la cruz a terminar de montarla y adaptarla para el antiguo paso. Para ello tuvieron que ir a buscarlo en bicicleta a su pueblo, el mismo día de la víspera de la cruz el 2 de mayo y ese mismo año salió por primera vez en procesión desde la calle P. Miguel Hdez.

Esta cruz tenía unas terminaciones muy grandes, que hizo que la gente dijera que parecía un “panete rezobao” (dulce típico de Rociana), además de sacarle coplas por tener un niño Jesús totalmente desnudo. Otra peculiaridad de esta cruz, es que la rodeaba un arco de hojas plateadas de talco con rosas de color crema. De esta manera estuvo procesionando muchos años, hasta que decidieron retirarle dicho arco.

Esta cruz, se guardaba todo el año en casa de Encarnación Manzano (C\ Cabreros, 6), en el cajón de madera de la cruz. El paso, pendón y caídas se guardaba en casa de Amparo Martín.

El pequeño paso que utilizaba, iba adornado con dos jarrones de azucenas delante y dos de rosas detrás. El paso lucía caídas rojas y sobre ella en la parte superior un paño de encaje blanco. La cruz era puesta sobre una peana dorada, con molduras ovaladas y tenía la peculiaridad que llevaba bajo la cruz una moña de color celeste, del mismo color que el pendón o bandera de la cruz.

Como cada año, esta cruz y todas las demás eran trasladadas a la iglesia. El día tres procesionaban todas juntas por orden de antigüedad. Acompañaba a la cruz las vecinas devotas, con un velo y una vela que ellas comparaban por una gorda (hace más de 70 años), otras vecinas o niñas llevaban faroles que acompañaba a la bandera o pendón de la cruz, no se iba diciendo vivas sino cantando y rezando, esta cruz además era una de las más acompañadas con 50-60 personas entre sus filas.

Tras la misa, daba comienzo la procesión de por la mañana, que recorría las actuales calles Amargura, P. Miguel Hdez, Agustín Santos y Sevilla (recorrido de Corpus). Luego por la noche había otra procesión en la que iban rezando el rosario, esta hacía un pequeño recorrido: San Bartolomé, Agustín Santos y Sevilla. El final del Rosario estaba en la plaza donde se daba las “cabezás”.


Durante los nueve días siguientes a la procesión, se realizaba una novena diaria anunciada a toque de almirez. Las vecinas acudían con su silla para rezar a la sala de la cruz. Estas salas se montaban anualmente en casa de alguna vecina de la calle Cabreros o Hinojos y por la noche era visitada al igual que todas, por las gentes del pueblo. Estos momentos se aprovechaban para realizar bailes y cantes entorno a la cruz. En los tiempos en el que la electricidad no había llegado, las calles se iluminaban con palanganas de brea de pino que ardían toda la noche.

El ayuntamiento por aquel entonces, concedía premios a la mejor sala y esta cruz en diversas ocasiones se alzó con el primero de los tres premios.

Una de las personas que mejor montaban la sala era Dolores Ligero Labrador, hace ya más de 80 años. Su originalidad no tenía límites. En una ocasión se cubrió todas las paredes y techo con telas rojas, imitando el sagrario de una iglesia, se adornaba con columnas de cartón y madera forradas con papelillos de colores que los vecinos hacían, en otra ocasión se instaló una fuente delante de la cruz, en otra se imitó un patio con serrín en el suelo y poniendo en él un gran espejo para que pareciera un lago. En otra ocasión unas simples macetas con claveles y otras flores de todos los vecinos eran suficientes.

El enfado de una parte de los devotos de esta cruz del barrio del Amparo (Avda. Ramón y Cajal y calle San Antonio), originó que estos abandonaran la cruz y fundaran la suya propia. Estos hechos ocurrieron en 1947 cuando estos vecinos que daban también su limosna a la cruz, pidieron que algún año la pusieran en sus calles. Los vecinos de la calle Cabreros se opusieron y estando puesta la cruz en la sala vinieron a llevársela a escondidas, pero un vecino de la cruz lo impidió. Ante esta negativa, solicitaron la mediación del ayuntamiento para solucionar el problema. Propusieron echar a suerte con dos papeletas, en que calle se pondría. Una persona muy allegada a la cruz, Rafael “Botita”, por su amistad con el alcalde de la época, Rafael Vallejo, le convenció de que hiciera trampas y en las dos papeletas escribiera el nombre de la calle Cabreros, con lo cual ganaron el sorteo.

Ante esto, los vecinos de la carretera se pusieron de acuerdo y pidieron para fundar una nueva cruz, la cruz de Arriba que se estrenó en 1948 y la realizó Isidoro Lucas de Moguer.

Muchas anécdotas se recuerdan de aquellos tiempos, como la ocurrida hace unos 50 años cuando un banzo del antiguo paso se rompió la víspera de la cruz y hubo que buscar a un carpintero que lo arreglara, entrando ese año la cruz a las 2:00 de la madrugada en la parroquia.

O la vez que una vecina de la cruz, por promesa a ella instaló la sala en su dormitorio por no tener otra habitación y tuvo que poner la cama en la cocina. Este hecho originó una copla por parte de una vecina Elisa “La Papía”, que al ritmo de la melodía de Romerito decía así:

La cruz de la calle Caberos, no se queda en el cajón, porque Aguedita “la del Pelao”, le ha dejao su habitación. Fíjate si es generosa y tiene buen corazón, que le ha dao la sala a su cruz y ella duerme en el chupón.


La gran cantidad de personas jóvenes que por los años 50-60 tuvo, fueron las responsables del gran esplendor que tuvo durante esa época, sin embargo no fueron capaces de pasar esa devoción a la siguiente generación de la misma manera que ellos la recibieron. De ahí que a finales de los 70 la cruz dejara de salir. Años más tarde procesionaría unos años, el último intento fue entre los años 2002-2004 que estuvo presente en la función religiosa del domingo de la cruz. Durante esos años se llegó a realizar un paso nuevo y unas caídas color granate.

Este es un ejemplo de la gran historia que encierra nuestras cruces de mayo, historia que año tras año muere si no es trasmitida a los más jóvenes por los mayores y la importancia y protagonismo que han tenido todas ellas en la transmisión de la devoción a la Santa Cruz en Rociana del Condado.

Referencias

Las Callejuelas de Juan Hernández

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