Pantarujas

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Las Pantarujas, ¿ Realidad o leyenda?

Parte importante de la Historia de los pueblos está formada por mitos o leyendas relacionadas en muchos casos con apariciones, temores o circunstancias de naturaleza anormal. No habrá un pueblo que no tenga algo que contar en este aspecto. La información se va distorsionando con el paso de los años. Pero en esta ocasión, la historia de las Pantarujas ha permanecido inmóvil en el tiempo, y no ha sido distorsionada demasiado en los años. De hecho, todo el pueblo conoce la historia de las Pantarujas, bien porque las vieron o bien porque la información ha ido pasado de unos a otros sin sufrir demasiados malentendidos . Encinasola ( Huelva), tampoco podía ser ajena a este tipo de hechos. Habría que situarse en fechas bastantes antiguas: quizás a mitad del siglo XIX o anterior, cuando llegada la noche, en las calles del pueblo, la oscuridad era casi total. La iluminación de las calles tampoco era mucha, apenas alguna que otra bombilla distribuídas a cada lado de la acera, más bien pocas que muchas y sin posibilidad de ver mucho más allá de las escasas farolas.

Cuentan que por aquellos tiempos era frecuente ver aparecer en cualquier lugar- principalmente callejones o zonas de escaso tránsito_ siluetas vestidas de blanco que provocaban terror. Miedo casi insuperable. Éstas eran conocidas como "Pantarujas", y como la imaginación es ilimitada, cada cual la describía a su manera. Se decían que eran de estatura alta, cubriéndose con una sábana o sudario. Otros le añadían algo así como un cántaro de lata con agujeros colocado sobre su cabeza, de cuyo interior y a través de los orificios, se reflejaban puntos de luz procedentes de alguna lámpara de aceite acoplada en el interior del recipiente. No pocos y para colmo imaginativo, les habían visto colgada de la cintura una larga cadena que, arrastrada al andar, producía tan escalofriante ruido que "acojonaba" al mozo mejor plantado. Estos avistamientos tenían lugar casi siempre en el punto de paso obligado de cualquier muchacho cuando regresaba a su casa después de "pelar la pava". En silencio, sin pronunciar palabra ni hacer gesto ni hacer gesto alguno, la silueta le seguía durante largo trecho hasta que desaparecía. Imaginemos el momento: en hora avanzada de la noche , una persona sola transitando a oscuras por una calle desierta y con el fantasma a escasos metros de su espalda... Ante tal situación era donde un hombre de los de aquellos tiempos tenía que demostrar su temple y agallas.

Se comentaba que algunas mujeres, movidas por despecho, celos o venganza, también fueron protagonistas. El fin buscado pudiera estar en el ocultamiento de citas comprometidas, contactos íntimos o encuentros entre parejas de enamorados que no contaran con la bendición de sus respectivas familias- hecho tan normal en aquellos tiempos -. Si a una persona no le interesaba ser vista por determinadas calles del pueblo, sólo tenía que vestirse de "Pantaruja" y deambular durante la noche. Propagada la noticia, la zona elegida era considerada como "maldita". De esa forma, al no atreverse nadie a transitar por el lugar, quedaba el campo libre. Ahí pudieran encajar venganzas individuales, devaneos amorosos e infidelidades de todo tipo. De una u otra forma, se puede asegurar que al menos la mitad del siglo, los comentarios sobre estas apariciones tuvieron grandísima influencia entre las gentes del pueblo. Prueba de ello es que, de pequeños, nuestras madres siempre trataban de asustarnos diciendo: - "¡ Niño, si haces eso- Cualquier travesura.- llamo a la Pantaruja"-. Imaginaos lo que este comentario repercutía en los niños. Como nos dicen algunos que la vieron de niño, el pánico era inconsciente. Miedo no, terror. Escuchar aquello era poco menos, que iban a venir a por tí, y que te iban a llevar Dios sabe dónde. Algunos no salían de casa en todo el día. O sea, que funcionaba muy bien ese castigo para los niños.

También recordamos que era frecuente escuchar entre las personas mayores: en cuanto oscurezca no pasar por tal o cual callejón, pues se rumorea por ahí que ha sido visto una "Pantaruja". Algunas personas que las han visto, dicen que las vieron con un candil, el cual les ayudaría a ver en la oscuridad de la noche. Otros nos cuentan, que si la Guardia Civil las veía, las llevaban al Cuartel para averiguar su identidad. En un pueblo fronterizo como Encinasola, los guardias Civiles hacían sus guardias por las noche. Era una época difícil donde el contrabando de café y harina tenía en vilo a los cuerpos de seguridad. Es de suponer que también era muy arriesgado salir por la noche con un atuendo anormalmente atípico sabiendo que si algún Guardia civil te veía, corrías el riesgo de ser apresado o apresada. Pero jugaban con ese riego y parecía gustarles.

Se decía sobre todo, que las Pantarujas iban a las casas de sus amores prohibidos. Como hemos dicho anteriormente, noviazgos que las familias no aprobaban, situaciones muy típicas de aquella época. Ó también, como nos han dicho algunas personas, sobre todo eran hombres, a los que conocían el género por los andares, iban a casas de mujeres a pasar buena noche atreviéndose a ser vistos y propagar una infidelidad constante en el tiempo. En esta información ha coincidido mucha gente. De hecho, en años más adelante, era la mayor causa de vestirse de Pantaruja.

La imagen de las Pantarujas, no han acompañado durante mucho tiempo. Hoy en día, seguimos hablando de ellas. Parte misterio, parte realidad y parte leyenda, en Encinasola ( Huelva), hubo una figura nocturna, fuera hombre o mujer, que hizo del miedo su mejor arma para llevar a cabo sus objetivos en las noches frías y oscuras, ataviados/as con trajes largos y blancos, simulando la figura de un fantasma que seguro y en aquellos años, ( años 40/50/60), consiguió despertar escalofríos y terror en la vida apacible de un pueblo serrano. Algunas de ellas o ellos lo utilizaron para esconder sus amoríos, sus inclinaciones sexuales, o infidelidades,... a lo largo de los años y sabiendo que podían ser descubiertos.

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