Federico López Pereira

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'Federico López-Pereira, escritor andaluz nacido en Cartaya (Huelva) en 1936. Publicó cuatro libros.

Los comienzos de este escritor de Cartaya estuvieron muy vinculados a la poesía, como los de muchos escritores noveles. Entre sus poemas destacan El eslabón suelto y Elegía por una jornada laboral. Después de la poesía, pasó a dedicarse exclusivamente al género narrativo, donde cultivó novelas con una sólida estructura narrativa. López-Pereira escribe su primera obra, Más allá de aquellos pinos (1956), novela autobiográfica, que se publicará en México, Editorial Latino- Americana, en 1958. La obra tuvo poca difusión en España, posteriormente López-Pereira la reelaboró e intentó una segunda versión del mismo tema, publicándola con el nombre La verdadera patria, donde narra la vida de los internados de un sanatorio antituberculoso. Con ella consigue resultados muy positivos que hacen del nuevo texto, titulado ahora La verdadera patria, una novela distinta a la anterior. Con ella ganará, en 1964, el Premio Elisenda de Montcada. Posteriormente publicará la obra en la Editorial Garbo, Barcelona, 1965. A estos dos primeros títulos le seguirían su novela más conocida: La Última Llave y su última novela editada Del Fuego.

Federico López-Pereira no sólo cultivó el género novelístico. La creación de cuentos y relatos breves hizo que consiguiera numerosos premios. Así, por ejemplo, por sus relatos La cabaña y Los peces tienen ojos de barro, conseguirá los premios Adela Comesaña y Tartessos, en 1963 y 1966, respectivamente. Varias veces resultó también finalista del Sésamo de cuentos y novelas cortas.

-- La Última Llave--

Aunque cultivase otros géneros, es sin duda su faceta como novelista la que le robó la mayor parte del tiempo. Entre las cuatro novelas que publicó en vida destaca La Última Llave. Fue su tercera novela. La diferencia de esta obra respecto al resto es la excelente promoción con la que contó, ya que entró a formar parte de la Biblioteca Universal Planeta.

La acción de La Última Llave se desarrolla en un pueblo imaginario llamado Tersos, sito en la costa onubense. En ella se narra la vuelta de Alfonso Zambrano tras cinco años de exilio en un colegio lejano debido a un encuentro sexual con una niña de su localidad.

La novela, narrada en capítulos no continuados (al estilo de Cortázar o Faulkner) describe la introspección que realiza su protagonista durante el trayecto en el tren que le devolverá a su pueblo y las acciones del personaje una vez que llega a Tersos y se encuentra con los causantes de su exilio.

Esta trama aparente es sólo un punto de partida para adentrarse en una dimensión secreta de la realidad, en ese plano oculto, ambiguo y contradictorio, en que el hombre se debate por solucionar sus eternos enigmas existenciales.

La última llave fue una obra polémica en su tiempo y no logró la envergadura que en principio esperaba su autor. En un breve párrafo bajo el título de Notas Sueltas en la Sección El Correo Literario del domingo 7 de diciembre de 1975 se señala que se trataba de una novela “con interesantes claves, no obstante pasó inadvertida para muchos santones de nuestra crítica y, como es inevitable en el duro mundo literario, el producto no se vendió en la medida que lo merecía”.

--Correo Literario--

Además de su faceta como narrador, Federico López-Pereira también colaboró en prensa a principios de los setenta. Lo hizo de forma asidua en las páginas de Correo Literario en El Correo de Andalucía, que dirigía José Luis Ortiz de Lanzagorta y tenía de compañeros de redacción a Juan Antonio García Barquero, Francisco Anglada, Antonio Burgos, José María Requena, Carlos Muñiz Romero, Pablo Sycet y Manuel Rico Lara, entre otros.

Entre los numerosos artículos que escribió Federico en El Correo destaca Nosotros los gitanos y en los que podemos leer algunos destellos de su genialidad expresiva y su actitud crítica como escritor. “No hay mayor irresponsabilidad que no vivir sino de sueños”, así se expresaba al comienzo del artículo Hipótesis con riesgo, que terminaba de la siguiente forma: “De cualquier manera, es de suponer que la era industrial no respetará nada, todo será revocado”.

También podemos leer en estas páginas de los viernes algunas críticas literarias y artículos sobre las últimas publicaciones de la época.

--Biografía--

Llegó a Sevilla en 1949 con trece años. De familia acomodada económicamente en su pueblo natal, el traslado a la capital andaluza hizo mella en el bienestar familiar.

El padre de Federico tenía una ideología contraria a la del resto de su familia lo que le hizo no sólo vivir de espaldas a ésta, ya que el contacto con sus hermanos era escaso, sino también formar parte de la larga lista de presos políticos que llenaron los penales españoles durante la dictadura franquista. El padre de Federico también escribía, de hecho, relató sus vivencias en la cárcel, texto que sirvió a Federico de base para su libro inédito Confesiones de un superviviente. La madre de Federico es descrita por su familia como una mujer “muy adelantada a su tiempo y de mente abierta”.

Recién llegado a Sevilla, Federico enferma de tuberculosis, una enfermedad muy extendida en la posguerra. Corría el año 1951 y López-Pereira apenas contaba con quince años..

La carestía que reinaba en su domicilio, como en la mayoría de los de la época, le llevaron a enfermar, teniendo que ser ingresado en el sanatorio de El Tomillar. Las vivencias que allí experimentara serían plasmadas años después en su primer libro: Más allá de aquellos pinos, publicado en México en 1958.

Su enfermedad y su larga hospitalización en unos años fundamentales para su formación académica, unido a la falta de recursos de su familia, hicieron que, pese a sus deseos por aprender, Federico tuviera que abandonar sus estudios y dedicar su tiempo al trabajo. A partir de entonces, la formación intelectual del escritor pasa a ser autodidacta. En este crecimiento descubrió las grandes cuestiones filosóficas, que le interesarían sobremanera a lo largo de su vida y que intentaría reflejar en sus obras. Algunos de los estudiosos de la literatura andaluza de la época en la que escribió López-Pereira, destacan que sus pretensiones eran muy superiores a su formación. La vida literaria del escritor de Cartaya se desarrolla íntegramente en Sevilla, concretamente en un tercero de la calle Lorenzo Leal, vivienda en la que vinieron a vivir sus padres y en la que en la actualidad continúa viviendo la que fuera su esposa, Carmen Rodríguez García.

Carmen es, sin duda, de las personas que más vivo tiene el recuerdo de Federico, no sólo como escritor, sino también como un hombre de familia. El escritor y su mujer, diez años menor que él, se conocieron en la biblioteca pública, sita entonces en la calle Rioja. El encuentro tiene también connotaciones literarias que luego marcarían la vida de la pareja.

“Cuando salía de hacer gimnasia me gustaba ir a leer a la biblioteca”, recuerda Carmen, “un día que estaba yo con mi amigo Carlos García, Federico se acercó a nosotros para devolverle a Carlos un libro de Sartre que le había prestado”, continúa.

Carmen recuerda la impresión que sintió al conocer al que luego sería su esposo: “Era un hombre exuberante, que se salía de los cánones. Recuerdo que se reía a carcajadas. Todo él era muy es el extremo”.

La pareja se casó en 1965, poco tiempo después de conocerse. Carmen recuerda que al principio de su vida en común no tenían demasiado dinero, pese a que Federico jamás dejó de trabajar en diferentes oficios. “Nos casamos gracias a que le tocó el Elisenda de Montcada en 1964 por La Verdadera Patria. Con esas 50.000 pesetas celebramos nuestra boda”.

El enlace tuvo lugar en la Iglesia de la Magdalena de la capital, ya que la novia era vecina de la calle Reyes Católicos. “Cuando nos casamos hacía quince años que Federico no volvía a su pueblo, así que fue muy emocionante el reencuentro con sus amigos y los rincones de su infancia” señala Carmen. El viaje de novios discurrió entre Cartaya y una casita de pescadores en La Antilla.

Poco tiempo tardaron en llegar sus cuatro hijos: Elisa, cuando Carmen tenía 19 años, Delia, a los 20, Federico, a los 21 y tres años después, Andrés. A Carmen le cuesta decidirse sobre cuál de ellos se parece más a su padre, pero cree que Federico es quien más se asemeja físicamente a su padre.

Federico y Carmen se trasladaron a vivir a casa de los padres de éste, así que las cuatro novelas publicadas de López-Pereira fueron paridas con ayuda de su Olivetti azul en la casa en la que vivían los ocho miembros de esta gran familia. Carmen recuerda que López-Pereira se encerraba a diario en la habitación para escribir.


--Narraluz.--

Federico López-Pereira es uno de los escritores que la crítica incluye entre la Nueva Narrativa Andaluza. El escritor y párroco Carlos Muñiz, coloca a este escritor entre sus famosos narraluces (palabra que surge de la unión de narradores y andaluces).

Muchos son los que han criticado este tipo de catalogación, de hecho, algunos de los propios escritores así llamados se cuestionan si alguna vez, realmente, ha existido una narrativa autóctona.

El intento de catalogación fue tal que la revista Pueblo lanzó una encuesta preguntando si existía o no una novela andaluza. El intento por consolidar esta llamada narrativa andaluza responde a la coyuntura histórica y política ya que, en estos últimos años del franquismo y primeros de la democracia, las periferias buscaban la descentralización de la cultura, la política y la economía. Andalucía no fue menos y buscó elementos que la caracterizaran, no sólo en su historia, sino también en la producción cultural del momento. El grupo que se dio a llamar los nuevos narradores andaluces estaba formado por Barrios, Requena, Julio de la Rosa, Manuel Ferrand, Vaz de Soto o López-Pereira, entre otros, en ellos primaba la heterogeneidad de estilos.

--Atisbos de genialidad--

“Lo que me importa y defiendo es la ausencia total de la banalidad”. Así describe su estilo Federico López-Pereira a través de una crítica literaria en la Sección Correo Literario en 1972. Este escritor se declaraba abiertamente seguido de Juan Benet, Faulkner y Robert Musil del que leyó varias veces El hombre sin atributos.

La máxima influencia de este escritor narraluz fue el austriaco Robert Musil en las tribulaciones de su estudiante Törless, y una de las referencias que toma del libro de Musil precederá al segundo relato de López-Pereira La última llave. Ruiz Copete cree que la influencia de Musil se refleja no sólo en los protagonistas de las dos obras y en el problema generacional que se representa, sino también “porque ambos autores buscan en sus respectivos personajes su propia interioridad para, desde allí, auscultar los latidos de su propia transformación”.

Un escritor que no escribe para la masa, un escritor cuya continua indagación en el yo y el existencialismo motivaron su análisis minucioso del ser y un compromiso con la realidad. El problema sujeto-objeto al nivel hombre-sociedad, acicates de sus densas obras. Así era Federico López- Pereira, un hombre que podía haber llegado a ser un gran literato si la muerte no se hubiera cruzado tempranamente en su destino.

Comprometido con la sociedad de su tiempo, con el realismo social, Federico López-Pereira intentó crear una nueva filosofía literaria en la que el artista se mostrara como un “visionario de la realidad”, tal y como le definió Manuel Laza Zerón con motivo de una crítica sobre la novela La última llave de López-Pereira.

--Textos inéditos--

La producción literaria de Federico López-Pereira no termina con lo escasamente publicado. Su viuda conserva gran número de escritos muy superior a lo que dio la luz en vida del autor. Entre el material inédito destacan numerosos cuentos, poemas, artículos e incluso novelas.

Los estudiosos de la literatura del momento desconocen la obra inédita de Federico, a la que pocos han tenido acceso. Una de las novelas inéditas de Federico López-Pereira se titula Confesiones de un superviviente, datada en enero de 1980. Confesiones de un superviviente empieza por una cita de Bakunin y parte de un texto escrito años antes por el padre del autor, En los penales de Franco. En él se narran las calamidades que pasó su progenitor en las cárceles franquistas y, en una nota anexa a la novela, el autor de Cartaya atribuye a su padre la autoría de más del ochenta por ciento de Confesiones de un superviviente. Esta novela está encabezada de una forma muy significativa y acorde con el contenido: “Dedicado a los que han sufrido y sufrirán tortura”.

Otro de los textos inéditos de Federico lo constituye Laberinto de sal. Una novela corta escrita en 1965. En ella ahonda en su faceta más introspectiva, aunque esta novela se enmarca dentro de la literatura social.

Curiosamente, en una reseña que Federico hizo en torno a La última llave, señaló los dos libros que quería escribir para completar una trilogía. Este artículo era una declaración de intenciones que hubiese llevado a buen término de no haberle sorprendido la muerte a una edad tan temprana.

El único libro escrito y publicado de esta trilogía es La última llave, que el autor fecha alrededor de 1929. A este título le seguirían otros dos: Los números imaginarios, cuya acción se desarrollaría en torno al año 1935, y Las cantidades irracionales, que comprendería de 1935 a 1950. La viuda de Federico conserva los borradores de estos proyectos novelísticos.

La obra inédita de Federico está formada por cuentos en su mayoría, entre ellos destacan Telarañas, escrita en 1963, Los cangrejos, que narra una historia de amor entre dos desconocidos, La espera, Los inútiles, escrito en octubre de 1960, Confesiones de un viajero de autobús, El mendigo o Noche, 31, que presentó para el Adela Comesaña. Otro de los cuentos escritos para el premio anteriormente citado y que continúa sin ser publicado fue Los Cuerpos. Aunque fue definitivamente en 1963 cuando logró ganar el Adela Comesaña con su cuento La Cabaña. El secretario del jurado de aquel premio fue su amigo Manuel Barrios y entre los miembros del jurado destacan Fausto Botello de las Heras, Javier Smith Carretero, Alfonso Fernández Malo y Rafael Abad Mora, pertenecientes al ámbito literario y periodístico del momento.

La obra no publicada de este escritor de Cartaya se completa con numerosos poemas y artículos. De sus poesías destaca Días de amor y angustia, de 1959, Diarios sobre el mar y la tierra, Poesía al amor perdido, escrito el 31 de agosto de 1964.

Los artículos escritos por Federico versan sobre numerosos y diferentes temas que van desde el eurocomunismo hasta cuestiones literarias y filosóficas, por ejemplo, Sobre el gran problema que surge de una palabra pequeña: YO, La excepción no confirma nada o La generación sorpresa, en la que habla de lo difícil que resulta publicar una obra. Otros títulos fueron Hacia la desmitificación de octubre, Artesanos de la tierra nuestra y La cultura como castigo.

--Recuperar la memoria--

El 2 de diciembre de 1980, día del cumpleaños de su hija Delia, Federico sufrió un accidente en la calle San Fernando de Sevilla cuando su coche se estrelló contra una palmera. El accidente no resultó mortal, pero dejó a Federico gravemente afectado. Los médicos del Hospital Virgen del Rocío, donde en la actualidad trabaja su mujer, sometieron al escritor a una operación de la que, según su viuda “se iba recuperando”, hasta que un día, Federico se cayó de la cama del hospital y se clavó una costilla en un pulmón. Tuvo que ser de nuevo sometido a otra operación, tras la que quedó en coma durante meses.

El día en que España se reencontró con los fantasmas de un nuevo golpe de Estado murió Federico. Así la vida de este escritor de Cartaya forma un ciclo paralelo en la historia de España, ya que nació el año de la Guerra Civil y murió el día del intento fallido de Golpe de Estado del 23-F.

Desde el momento de su muerte, su viuda ha luchado porque la obra de Federico se publique de la manera que se merece. Ha presentado sin éxito los cuentos y las novelas a diferentes concursos y ha recorrido, con igual fortuna, los despachos de otras editoriales.

Con este fin viajó hasta Barcelona y logró hablar con Carlos Barral que, pese a mostrarse muy amable, nunca le dio una respuesta definitiva. En la actualidad, el marido de su hija Delia, Manuel, se está encargando de ordenar todo aquel material inédito.

A la espera de que alguna editorial le saque de su letargo, el recuerdo de Federico López-Pereira apenas permanece en la mente de su familia, sus amigos y algunos estudiosos de la literatura.

Muchos son los motivos que hacen necesario que su nombre vuelva a brillar con luz propia en el universo de las letras andaluzas: la genialidad de sus ideas, su construcción brillante del relato, su actitud crítica y su calidad literaria. Pero por encima de todos se erige la necesidad de rescatar del olvido el nombre de un personaje que forma parte de la historia más reciente de la localidad que le vio nacer, Cartaya, y de la que le vio despegar el poderío de sus letras, Sevilla.

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