Carta de Arias Montano a Zayas
EN EL PROFUNDO AVISMO DE LA PEÑA El esp+iritu se estasía en la contemplación desta Peña querida, con sus maravillosas grutas, sus ventos y maravillososo lagos, y sus bulliciosas cascadas. El espectáculo que todo esto ofrece a la vista es grandioso. Vuestra Merced se podrá formar un medianao juicio por el siguiente relato.
La entrada la gruta la hemos verificado por primera vez con mi paisano don Francisco de Arce, médico-cirujano de Llerena, mi amigo don Diego Núñez, veinticuatro de Sevilla, mi otro paisano don Juan Arco de la Mota, con mi paje Pedro de Valencia y mi fiel criado España.. Como guías nos acompañaron dos fornudos mocetones de la próxima aldea..Éstos y mis criados habían preparado de antemano varios achones impregnados de resina y algunos cabos de cera colocados dentro de unos farolillos de la Iglesia que nos sirvieron de linternas de mano. También se proveyeron de las correspondientes mechas de azufre, llescas, pedernal y eslabón de acero. Ello es el caso, pues, que nos introducimos por una estrecha galería que existe de muy antiguo bajo la esplanada de la viña y huerta, por el lado naciente, entrada que seguramente fue antaño mucho más cómoda para el acceso al interior, sólo que ahora el tiempo la va obstruyendo, de forma que si no se remedia se taponará por completo. Junto a la entrada de esta galería esculpió mi compañero Fray José de Zigüenza, que era muy aficionado a la escultura, una graciosa y parecida efigie de Nuestra Señora de los Ángeles, sobre la misma roca dentro de su correspondiente nicho, en acción de gracias, por habernos sacado en bien de esta peligrosa expedición por el centro de la Peña y de la montaña. Dígole que a pesar que abanzamos por el interior ensanchábase formado por una arena que parecía polvo. Cuando hubimos andado unos cien pasos desembocamos en una amplia galería transversal y minutos después nos hallamos en el sitio más maravilloso que jamás vi: figúrese Vuestra Merced la nave de una iglesia cuyo arqueado techo estaba a lo menos cuarenta codos de altura. En toda su longitud corrían unas leneas de pilares que parecían de hielo, pero en realidad vimos con gran sorpresa que eran asientos tallados en la misma roca, dispuestos quizás para las personas que ejercían autoridad en aquellas tribus o bien para los oficiantes de las ceremonias que allí se celebrasen. El tiempo y las continuas destilaciones del agua han formado en este magnífico templo, consagrado tal vez a una divinidad griega o egipcia, caprichosas figuras de estalactitas que, a decir verdad, no es posible de momento dar a Vuestra Merced mediana idea de ellas, ni siquiera de la magnificencia del lugar, ni de la clase de cultos a que estaba destinado, mientras no estudiemos, como lo pienso hacer, para mayor conocimiento del Rey Nuestro Señor. En el suelo, por el tamira del polvo que han formado al cabo de los muchos años los excrementos de los murciélagos que a millares se apiñan en el techo y entre las oquedades de las estalagmitas viamos trozos y pequeñas partículas de blanquísimas piedras de mármol que por sus diversas formas suponíamos fueron restos de columnas y estatuás. Uno de aquestos trozos parecíanos representar la figura de una divinidad egipcia. Otros presentaban extrañas forma de animales semejantes a ciervos y machos cabríos. Sobre la parte izquierda de la nave se ve una mole de piedra como unos doce pies de altura, que representa uno de nuestros púlpitos con sus correspondientes escalinatas para subir al museo que hay encima, sitio desde donde se domina este templo maravilloso de una manera total. Al fondo de la nave apreciase un altar o megalito funerario donde tal vez se inmolasen a los dioses de aquel culto víctimas humanas. A los lados se ven también multitud de pequeñas grutas semejantes a capillas y calabozos. A todo esto un ruido lejano que nos producía el efecto de una gran cantidad de agua sobre el fondo de un profundo abismo, nos traía preocupados. Después de algunas horas de examen ante lo que teníamos ante la vista, determinamos continuar, introduciéndonos pos una estrecha galería en forma de rampa, al final de la cual, tropezamos con amplio corredor que nos condujo a una gran habitación semicircular, tan amplia y alta de techumbre que ni con el auxilio de nuestras luces parecía no descubrirse el fin. En el centro de esta magnífica plaza subterránea existe una plataforma con varios asientos, y a ambos lados del muro, semicirculares, vence también varias filas de gradas que dan la impresión de un circo romano. Es aquí seguramente donde celebraban sus fiestas y saraos los antiguos habitantes de esta maravillosa caverna. Es decir, así como disponían de un templo para celebrar sus cultos, así también se habían construido un lugar donde esparcir su espíritu. Aquí en este sitio hemos encontrado los curiosos objetos de barro cocido, piedra y trozos de marfil, que envío a Vuestra Merced por si le parece mandarlos para su estudio a Alcalá o al Escorial. Acuciados por el hallazgo de estas preciosidades fue el motivo de que en días sucesivos verificamos otras excursiones a estas grutas misteriosas, no habiendo perdido con ello el tiempo, ya que encontramos varias monedas antiquísimas de diferentes tamaños y épocas, entre ellas un precioso ejemplar de un valor incalculable , que después de estudiado por mí lo enviaré al monasterio de San Lorenzo. En otras de nuestras excursiones legamos hasta el final de una galería inundada por las aguas en una extensión difícil de atravesar..El ruido a que me refiero anteriormente no es otro que el que se produce al caer un gran torrente de agua dentro de este gran depósito que a la vista tenemos, y será la que a borbotones sale a la superficie por la gruta que hay frente a mi habitación y otros varios salideros existentes en la falda desta gran montaña.”
De la obra "La vida rural en la Sierra de Huelva. Alájar." M. M. Alonso.
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