Reapertura del Museo del Santo Rosario de Aroche

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Categoría:obra civil



Introducción

Museo del Santo Rosario de Aroche
Museo del Santo Rosario de Aroche
Museo del Santo Rosario de Aroche

El traslado de la colección del Museo del Santo Rosario viene condicionado por una doble necesidad: por una lado la revalorización de la misma, garantizando la conservación de las piezas, que serían dispuestas siguiendo criterios museográficos actuales, y por otro, dar respuesta a la demanda turistico-cultural de la villa de Aroche, ofreciendo al visitante una visión conjunta de su riqueza, aunando en un mismo edificio patrimonio arqueológico, cultural y natural.

Se ha elegido como nuevo emplazamiento esta sala del edificio de la Cilla, sede del actual Museo Arqueológico, donde se albergaban los restos de las pinturas murales recuperadas del ábside de la antigua ermita de Santa María del Valle.

Esta galería resulta especialmente favorable para la instalación de la colección. El carácter histórico del edifi cio, el ábside con los frescos, la luz tenue que penetra a través de los lucernarios, transportan al visitante a un espacio intimo, de recogimiento, que se adapta a la perfección con el tema expositivo.

La exposición se ha articulado entorno al concepto de rosario, a través del legado de D. Paulino Díaz, fundador de la colección original, entendido como rezo contemplativo y objeto de oración, analizando la tradición del rosario no sólo en el mundo católico occidental sino en otros puntos del planeta y otras culturas religiosas.

El espacio expositivo se concibe como un espacio continuo, que establece una relación simultánea entre la colección principal y los elementos secundarios, una visión de conjunto, donde se localiza un elemento central, almacén expositivo, que funciona además como barrera física para favorecer una circulación más clara alrededor de la sala.



El legado de d. Paulino

Personas ilustres que han donado rosarios

En el año 1967 D. Paulino Díaz Alcaide, cronista de la villa de Aroche, organista y sochantre de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, entre otras muchas dedicaciones, decide iniciar una colección de Rosarios con la intención de concentrar la muestra más importante jamás reunida. Para llevar a cabo este ambicioso proyecto, redacta de su puño y letra más de 5.000 cartas que enviaría a personalidades ilustres del mundo entero, solicitando la donación de estos rosarios para su colección.

Con el paso de los años, las misivas de D. Paulino obtuvieron respuesta, y su casa fue llenándose de rosarios llegados de todo el mundo. Personajes ilustres de la política, la religión o el deporte, entre los que destacan el Papa Pablo VI, Juan Pablo II, los Reyes de España, R. Nixon, presidente de los Estados Unidos, la Beata Teresa de Calcuta o la Duquesa de Alba, quisieron participar entregando sus rosarios. A éstos se añadirían otros muchos, fruto de donaciones anónimas, hasta completar una colección única en el mundo, con un total de más de 2.000 rosarios de diferentes nacionalidades, tamaños y materiales.

En la actualidad, el Museo continúa recibiendo donaciones que aumentan día a día la colección.


Manuel Amigo

Manuel Amigo

Con la desaparición de D. Paulino, será Manuel Amigo, vecino de la localidad y amante de su historia, el designado como cuidador-mantenedor del Museo del Rosario. Este entrañable amigo, aumentó con su trabajo el número de rosarios de la colección, enviando cartas y recibiendo nuevas piezas. Manuel Amigo (1937-2011) fue un incansable trabajador por la difusión de la riqueza histórica de Aroche, siguiendo en este aspecto también los pasos de Paulino Díaz.

Su trabajo altruista por difundir Aroche quedó refl ejado en numerosos medios de prensa, incluso internacionales. El Museo no tuvo horarios ni festivos, cualquier hora era adecuada para que Manuel, “Botones” para los amigos, sumergiera a los turistas en la historia de cada rincón de este pueblo, con amabilidad y simpatía, ya que desde 1993 ejercía además como Guía Turístico Local, ofreciendo a millares de visitantes un paseo ilustrado y lleno de curiosidades por el castillo, la iglesia o el propio museo de rosario. En 2006 recibió por parte del Ayuntamiento de Aroche un galardón que le reconocía su dedicación a su pueblo.


El rosario como objeto para la oración Del Japa Mala indú, al Tasbih musulmán, pasando por los Komboskini ortodoxos, el rosario es fundamentalmente un instrumento de conteo que se utiliza para hacer ordenadamente el rezo, basado seguramente en los principios del ábaco tradicional. Sin embargo la repetición rítmica de los rezos contribuye a adquirir una mayor concentración en el contenido de los mismos, pudiendo llegar a alcanzar un determinado estado de meditación o trance. Para buscar los orígenes de dicho instrumento debemos empreder un largo viaje hasta el lejano oriente, donde budistas e hinduistas recitaban y recitan sus mantras siguiendo el esquema de un objeto de características similares al rosario católico: el Japa Mala, que cuenta con 108 cuentas esféricas, normalmente de madera, que se unen en el centro con una de mayor tamaño, rematada con un penacho de hilos y que recuerdan los 108 nombres principales del dios Vishnú. El mundo musulmán, en contacto con las tradiciones budistas a través de Irán, adopta la costumbre de rezar el Tasbih o Masbaha. La forma de este objeto es similar al Japa Mala pero variando el número de cuentas, en este caso 99, que hace referencia a los 99 nombres de Dios. Existe una versión más corta de 33 cuentas que han de repasarse tres veces para completar el rezo. Los cristianos ortodoxos, emplean en sus rezos otro objeto similar, el Komboskini, o cordón de oración. En este caso las cuentas se sustituyen por nudos hechos sobre un cordón de lana. El rosario llega a Europa en la Edad Media probablemente a través de las Cruzadas, y el Cristianismo lo adopta y adapta a sus oraciones, convirtiéndolo en un instrumento de rezo en torno al cual se articula una compleja liturgia. El rezo del rosario se emplea para commemorar la vida de Cristo y de la Virgen María como método de contemplación divina.


El Rosario o Salterio de la Virgen

Según la tradición católica, recogida por el papa Pío V en al año 1596, la Virgen María entregó el Rosario a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden predicadora de los Dominicos, en el año 1221, en un momento de convulsión de la fe católica como consecuencia del nacimiento del movimiento albigense, en el suroeste de Francia. Sin embargo, el rezo del rosario era ya una práctica habitual entre los católicos más cultos; entonces se practicaba la recitación de los ciento cincuenta salmos de David. Para favorecer la difusión de esta liturgia entre la población iletrada, que no tenía acceso a los textos del Antiguo Testamento, se ideo la sustitución de los antiguos salmos por ciento cincuenta Ave Marías. A este nuevo rezo se le denominó Salterio de la Virgen, o Rosario, derivado de la palabra latina rosarium, que signifi ca rosal o corona de rosas. Esta nueva denominación recuerda a la corona de rosas que portaban las mártires en época romana antes de su ejecución. La devoción por el rosario decayó a partir del siglo XIV aunque la orden de los Predicadores continuó fomentándola; entre otros, el beato Alano de Rupe o Jacobo Spregner fueron los encargados de hacerla resurgir, pero fue la Batalla de Lepanto el detonante defi nitivo, cuando el papa Pío V atribuyó la victoria de los cristianos frente a los turcos a la intercesión de la Virgen mediante el rezo del rosario. La estructura del rezo se ha ido transformando a lo largo de los siglos, hasta quedar constituida defi nitivamente tal como la conocemos ahora tras las promulgación de la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae del papa Juan Pablo II, en el año 2002.


El Rosario como rezo contemplativo

El Rosario o Salterio de la Virgen consiste en el rezo repetitivo de una combinación de oraciones, articuladas en torno al Padre Nuestro y el Ave María, que ha ido variando a lo largo de la historia hasta quedar defi nitivamente constituido, tal y como lo conocemos, en el año 2002 con la carta apostólica de Juan Pablo II. La fi nalidad de esta plegaria no debe ser la simple recitación repetitiva sino un acto de meditación sobre los Misterios de la Fé Católica, una refl exión profunda sobre los diferentes pasajes de la vida de Jesucristo y de la Virgen María como forma de acercamiento a Dios.

En la forma tradicional el Rosario completo contiene quince veces el Padre Nuestro y ciento cincuenta Ave Marías, diez por cada Padre Nuestro recitado, todos ellos precedidos de la anunciación uno a uno de los quince Misterios de la Redención. Además se suelen añadir otros elementos como la señal de la cruz al incio del rezo, el gloria, la jaculatoria o la doxología trinitaria, las letanías lauretanas, el trisagio o la entonación de la Salve como punto fi nal. Para fomentar entre los fi eles la práctica del rosario, que resultaba en ocasiones demasiado tediosa, se dividió el rezo en tres rosarios de cinco Misterios cada uno, que irían sucediéndose durante la semana. El primer rosario contiene los llamados Misterios Gozosos, que recogen la primera parte de la vida de Jesucristo, hasta los doce años.

El segundo Rosario contiene los llamados Misterios Dolorosos e incluyen la Pasión de Cristo. El tercer rosario contiene los llamados Misterios Gloriosos. El papa Juan Pablo II introduce en el rezo los denominados Misterios Luminosos, no contemplados en el Rosario tradicional. Estos últimos hacen referencia a los años de la vida pública, cuando Cristo anuncia el evangelio del Reino.

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