Historia de La Nava

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Aunque parezca una incongruencia es así, en La Nava se ha perdido el recuerdo de su historia y, no es que no la tenga, es que hasta ahora nadie se había preocupado de investigarla y escribirla.

Desde tiempos muy remotos, el valle del Múrtigas ha atraído a numerosos pueblos por la riqueza que les proporcionaban sus tierras; primero como lugar de caza y cuando se hicieron sedentarios, como tierras de cultivo y de explotaciones mineras.

Varios son los yacimientos arqueológicos que atestiguan el paso por el término de La Nava de los diferentes pueblos que lo han habitado. De estos yacimientos podemos destacar tres de gran importancia: Papatortas, al Oeste de la población hacia la aldea de Puerto Lucia, donde se han descubierto diversos materiales de cerámica, así como una necrópolis en cistas del III milenio a.C. Valdegalaroza, a 2' 5 km. al sur del pueblo y junto a la N-435, en un valle escondido y rodeado de grandes encinares se ha localizado otra necrópolis del II milenio a.C. y donde se han encontrado cerámicas, además de otro tipo de material que se conserva en el Museo Provincial. Pero el mejor de todos los lugares arqueológicos sin lugar a dudas, es la Sierra de la Algaba.

Sobre la cota más alta del término, en un paraje casi inaccesible y de gran belleza, se encuentra una imponente fortaleza con doble cerco de murallas que le proporcionaban una inmejorable defensa ante cualquier enemigo. En este lugar se ha podido encontrar desde hachas de piedra del III milenio a.C., hasta cerámica y monedas romanas del siglo II a.C. por lo que se puede comprobar que el lugar ha estado habitado durante más de 3.000 años. Este lugar ha pasado a la historia por la presencia de los turdetanos, pueblo que habitaron estas tierras hacia el 500 a.C., practicando actividades agropecuarias y también la minería.

Existe la leyenda de que el caudillo Viriato tenía en este poblado una de sus defensas frente a los ejércitos de Roma, ya que se encuentra en el camino que une al valle del Guadalquivir con el Alentejo portugués, pero si el paso del tiempo no ha podido por las piedras de sus murallas, si lo ha hecho la maquinaria utilizada para el aterrazamiento de sus tierras que se han dedicado a la plantación de encinas y alcornoque y que ha sido autorizado por la dirección del Parque Natural, sin tener en cuenta el rico campo arqueológico que se ha destruido, incluyendo varios dólmenes de los que solo quedan los restos.

La llegada de los romanos a las tierras de La Nava, propició el trabajo en las diferentes explotaciones mineras de la zona, de las que extraían hierro, cobre y plata en abundancia, llegando incluso a edificar una pequeña villa para acoger a los mineros que en estas minas trabajaban. El lugar escogido para levantar la villa se encontraba cerca de donde hoy está la Ermita de las Virtudes, pues en sus inmediaciones estaban las minas del Horcajo y de la Eureka, además de la mina María Luisa, donde se han localizado escorias del siglo 1 d.C. Muchas de las piedras de esta villa han servido para la posterior construcción de la Ermita, pues en sus paredes podemos observar diverso material de acarreo procedente de la villa romana.

En las inmediaciones de la Ermita, existen varios lugares donde si nos detenemos un poco para mirar, se pueden encontrar diversos materiales de procedencia romana, tales como monedas, restos de cerámica, los cimientos de las viviendas, tumbas de varios tipos; habiendo sido descubierto en el interior de la Emita un pedestal votivo del siglo I en mármol blanco con tres de sus caras talladas, apareciendo en una de estas caras una escena de caza del jabalí, en otra un ánfora rodeada de dos ramas de pino y en la tercera una inscripción dedicada a Cayo Titinio Severo.

Al sobrevenir la decadencia del imperio romano, llegó también la decadencia de las explotaciones mineras que se fueron abandonando, esto ocasionó el despoblamiento de la villa dejándose a su suerte durante la dominación Visigoda.

Hasta el siglo VIII las tierras de La Nava estaban casi desiertas, solo algún que otro pastor con su rebaño se atrevía a transitar por ellas. Pero la llegada de los árabes supuso para la zona un resurgir muy importante, ya que a la Sierra llegaron agricultores y ganaderos que explotaron las riquezas que les ofrecían estos lugares. La anterior población estaba destruida, por lo que los nuevos pobladores la desecharon y se trasladaron hasta el lugar que hoy ocupa la población, ya que ofrecía mejores perspectivas para la agricultura. El río Múrtigas con su caudal de agua era un buen aliciente para la vida en La Nava. Aquí edificaron sus viviendas, en el río construyeron represas y acequias para regar las huertas; esas mismas represas y acequias que hoy en día siguen utilizando los campesinos de La Nava y que la mayoría desconocen quienes las construyeron. Edificaron molinos movidos por las aguas de este hermoso río y de los que solo quedan las ruinas, pero ahí están para recordamos el paso de los árabes por nuestro pueblo.

La conquista cristiana fue realizada por el rey portugués Sancho II entre el año 1.230 y 1.235, ayudado por la Orden del Hospital, hasta que en el año 1.255 pasa a la corona de Castilla. Cuando el Arzobispo don Remondo en el año 1.261 divide la iglesia del reino de Sevilla en vicarías, le otorga la parroquia de la villa de La Nava a la vicaría de Almonaster, siendo este el primer documento en el que aparece el nombre de La Nava como una villa perteneciente al reino de Sevilla.

El siglo XIV fue muy duro para la vida en La Nava, pues la cercanía de la frontera ocasionaban las incursiones de portugueses que arrasaban las cosechas y robaban los ganados, además de las epidemias de peste que diezmaban a la población, siendo la más grave la de 1.311, que consiguió despoblar la villa, no volviendo a ser habitada hasta 1.341 en el que ya estaban asentadas en sus casas varias familias, que vivían de unos viñedos, del cultivo del cereal y del engorde de los cerdos en las dehesas de encinas que rodeaban a la población. Tal fue el incremento del vecindario y la prosperidad que experimentó, que a mediados del siglo XV solicitan a Sevilla la concesión de nuevas tierras para poder edificar más casas, ya que las que tiene el pueblo son insuficientes; muy grande debió ser el auge que tornó La Nava sobre el año 1.411, que en el Libro Blanco de la Catedral de Sevilla se recoge que en la villa existe un clérigo, un pontifical y una prestamera.

Al tener unas dehesas factibles de sembrar de grano y agua en abundancia en el Múrtigas, comenzaron a restaurar los viejos molinos árabes que se encontraban en sus márgenes y a construir otros nuevos, así como batanes para el tratamiento de la lana. Hacia mediados del siglo XIX existían en La Nava 36 molinos harineros, 5 batanes y 2 molinos de aceite, además de 12 que ya estaban destruídos.

Las guerras con Portugal harán que hacia 1.476 de nuevo quede destruida, por lo que la reina Isabel I concede la exención de tributos para ayudar a la recuperación del pueblo. Pero a estos males se le une que el Concejo de la Villa debía mandar a los hombres en edad de combatir a la guerra, cosa a la que muchos de ellos no estaban dispuestos, negándose a participar en una lucha que en nada les beneficiaba; la consecuencia de esta negativa no se hizo esperar, ya que el día 12 de Junio de 1.474 se presentó en La Nava Pedro de Trujillo, alcaide del castillo de Cortegana con hombres armados, para apresar a los vecinos que no habían querido ir a la guerra. Este hecho hace que el Concejo de La Nava envíe una carta de queja al Concejo de Sevilla informando de todo lo acontecido y solicitando la inmediata puesta en libertad de los detenidos, pues sin su presencia se perderían todas la cosecha, a lo que Sevilla accede de inmediato.

Al terminar la guerra con Portugal, un vecino de Cortegana llamado Diego López, solicita a los Reyes Católicos el título de hidalguía que perteneció a su tatarabuelo Fernand Pérez de La Nava. Era éste un caballero de la Orden de Santiago que había nacido en La Nava en el año 1.323 y que luchó al lado de Enrique II de Trastámara contra Pedro I el Cruel, quien le arrebató el título de hidalguía en 1.360, recuperando todos sus títulos y tierras, una vez muerto Pedro I.

El descubrimiento del Nuevo Mundo supone para la juventud del pueblo un aliciente para mejorar su nivel económico, por lo que son varios de estos jóvenes los que marchan a Sevilla para embarcarse en una gran aventura; entre ellos podemos destacar a Fray Alonso de La Nava, Pedro Lobato, Alonso de Velasco, García Duque de Estrada, Pedro Garda Pacheco, todos ellos marcharon solos a mediados del siglo XVI, siguiéndoles algunas familias enteras.

La vida continúa con sus avatares en el pueblo hasta 1.811 que es ocupado por las tropas francesas el día 10 de Abril, robando el pan y la comida que estaba preparada para los pobres y matando a su alcalde Robustiano Carvajal Arellano, que se había destacado en la lucha de guerrillas junto a su amigo El Tiznao, infringiendo numerosas bajas a las tropas francesas en el Puerto de los Arriscaderos.

El final del siglo XIX supuso para La Nava un periodo de prosperidad, pues se comenzaron a trabajar varias de las 86 minas que existen en el término, siendo la Eureka la que mas trabajo proporcionó a los vecinos, pues en ella se encontraban trabajando a principios de 1.900 un total de 125 personas.

Sobre todo contribuyó al aumento de población, el avance en los medios de transporte, lo que propició que toda la fruta del pueblo podía ser trasladada a los mercados de Sevilla y Huelva en pocas horas, ocasionando con ello el incremento de las huertas. La población de La Nava pasó de 782 habitantes en 1.950 a tener 1.040 en el año 1.960; todo este incremento de población vino a consecuencia de la puesta en explotación de la mina María Luisa, en la que no solo trabajaban hombres del pueblo, también lo hacían de los pueblos limítrofes, pero al parar la extracción de mineral sobre la década de los 70, la emigración fue la única salida para la población, que en la actualidad no cuenta con más de 350 vecinos, dedicados a la labores agrícolas, a la construcción y al trabajo en la granjas avícolas que existen en el pueblo.

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